Poesía / Poemas de Rubikon

Poemas de Rubikon


+ Rubikón
Rubikon fue ganador del concurso abierto al público (micrófono abierto) llevado a cabo el 21 de marzo a las 23 h. en la Noche de la Poesía 2024, organizado por el IFAL (Instituto Francés de América Latina). La sesión estuvo coordinada por Karloz Atl. El Poetry Slam es una fusión de arte, pasión y comunidad, donde la voz de cada participante se eleva a través de la poesía. Se trata de textos que no son realizados exprofeso para la escritura, sino para ser enunciados en voz alta frente a un público diverso. Su transcripción y lectura deben de tener en cuenta estas características. 

No le has aprendido nada al desierto

                                                        

Para Wendi Italia

 

Traigo la muerte blancuzca

aferrada a la nuca

de este cuerpo nopal

que fermenta y almacena

en sus flores empitayadas

un baboso y dulce aguacero.

Dime si quieres decirme

desde que callado bosque

traes tus cantos emplumados

y tu ámbar fulgurante.

Que yo te cuento que en este desierto

autoinmune no se dan el maíz ni la amapola

acá tus semejantes se hacinan en los hoyos

cazan ratas y lagartijas

se posan en nuestras esquinas

pa´ cantarnos sus lamentos.

Yo te pido pues que no me vengas

no me vengas a decir que no ves

como se derrite mi piel,

verde el aura que destilo por mis poros espinas.

(pues la venganza de esta tierra es despiadada)

¿¡Y que me espera!?

Que me espera a mí qué

soy verdugo de las horas que miran

fijamente como envejece la aurora.

(así que no intentes dormir al velador)

Que mientras maquinean tus sienes

que mentiras quepan en ti, enjuicias

¿Qué ministros? ¿Cuáles jueces?

¿¡Y que te espera!?

Que te espera a ti qué

atraviesas mis frutos en busca de vida

¿Qué te espera pájara pinta?

¿Una eternidad efímera?

¿Un beso de la tierra?

¿Una caricia del viento?

¿Un saludo del mediodía?

¿Un orgasmo, un vaso de saliva,

Un golpe de calor violento?

Durmiendo a la orilla de la embriagues

en la noche de Los Muertos.

Y lloramos,

lloramos por permitirnos

perder la felicidad que nosotros

mismos nos procuramos.

Y me digo: después de tanto

no le has aprendido nada al desierto.

____

 

Pambazos y balazos

 

¡He nacido!

De pura casualidad

y a las faldas de un cerro

entre pambazos y balazos.

He visto hombres y mujeres

con la moral católica

florida y enaltecida,

caer de las garras de un águila

que  prefirió la pitaya.

Y he sido un extranjero y mensajero

en tierras donde la arena acaba

y un dragón de piedra bebe agua,

al igual que en la punta de alguno

de los volcanes que a mi ciudad coronan.

Pero hay algo que no termino de entender:

¿El cómo se enreda la tragedia de mi raza

y el cantar de sus amores?

Porque aunque no lo parezca

la plata que aquí se desgrana

no consuela nuestras discordias

que déjeme decirle, no son menores.

Porque aunque no lo parezca

las venas que aquí se desangran

rara vez conmueven nuestras pasiones

que yo diría es más bien porque ver sangre

ya se hizo parte de nuestras costumbres.

En la penumbra de nuestro recuerdo

se enarbolan héroes y castas,

virreyes y tlatoanis,

pero apenas alguno o ninguno,

ha sabido vender su fayuca/patria

en algún puesto del tianguis.

Aun sabiendo todo esto

yo me siento orgulloso

de mi puesto en el tianguis,

de mi bocina escandalosa,

de la mugre crispa de mis uñas,

de mis halagos triviales,

¡Si, mire señora pásele!

¡Que le vendo sonrisas!

¡ Le vendo mi vida!

¡Le vendo verdura de la más dura!

¡Le vendo a mi sangre!

Destilo por mis poros el sudor que por mi nuca resbala

y luego se tiñe del rosa de la lona que me cubre.

Mis porros son forjados en la soledad mañanera

de los baños públicos y el hedor que nos seduce.

Aquí se escuchan cumbias y reggaetones,

los narcocorridos mueven nuestros motores.

Acá el pinche Paz y el Sabines

dejan bien flameados los pinches calzones.

El amor que aquí se predica

es con todas las predilecciones

como el amor del ladrón a su daga,

como el de la lluvia y el relámpago,

un amor de teporocho y mezcal,

como el de mi tierra al maíz

o el del papel a la tinta,

el soborno y la policía,

la pared y el graff,

la sandia en mi lengua,

pidiéndome más.

¿Qué cuanto es más?

Pues más de lo qué debería cobrar, reinita.

Más de lo qué debería mirar, marchantita.

Más de lo que debería llevar, güerita.

¡Más! ¡Más! ¡Más! ¡Más! Morenita.

_____

 

¿Cuánto hace que no nace?     

    

Para Zandy Nova

 

Proscribo fascinado la manutención

de cualquier sentimiento ajeno

al admirador elocuente de la forma

lícita y bella de amar de lejitos.

¡Que la soledad sea apremiante!

y la obsesión vana!

Si se me permite al alba insipiente

de una mente insana

darle unas cuantas palmaditas

de hombro y asemejar

(por lo menos por unos días)

el alma cítrica de su enajenación

y declararme confuso y perdedor

ante cada encuentro fortuito

entre el amanecer de un nuevo deseo

y la urgencia de su boca por probar

un nuevo curado de pulque,

el nuevo labial de Mary Kay

o por lo menos la lucides

de una boca no menos obstinada que la suya.

Sin dejar olvidado el llanto en la barra

de cualquier puesto de tacos,

escribiré sin razón ni reparo en coágulo

que resbala por una ingle sin grietas

y durante una semana completa

la nueva poesía de vanguardia

para mi generación del milenio.

¡Me harías un paro que te caigo

con pomos, bombos y tarolas doradas

espolvoreadas con chile piquín!

Pero no te me espantes si me quedo

a dormir en tu cama y hablo dormido.

No te quites el yelmo aluminio

que te ando adivinando

el pensamiento antes que lo digas.

Quien te espera con la boca echa mazorca

y los ojos humedecidos cual sol llovido

ansiosos y hartos de ver actores

bramando un tipio melodrama novelero

te merecen sin más obstinación reflexiva,

sin más ética literaria que la de Sade,

con todo el romance que nuestra época

ha heredado de eras pasadas

que, dejado y extrañado, evoca

en una soledad un sueño

en plena revolución, a media digestión

y a tientas de lo que nuestras madres

nos han enseñado el amor será:

Como un dios que se sienta

a contemplar su obra y se pregunta.

¿Cuánto hace que no nace ingrávida

y desde el implacable letargo de las horas

el ansia que acompaña la taquicardia

que pretende dejarte claras las intenciones,

tras las llamas, de una mirada?