Presentación en el homenaje a Raúl Zurita / Aprender a hablar de nuevo / César Cortés Vega​

Presentación en el homenaje a Raúl Zurita / Aprender a hablar de nuevo


+ César Cortés Vega
Texto leído por César Cortés Vega en el homenaje realizado al poeta chileno Raúl Zurita, quien recibió el Primer Premio Honorífico por Trayectoria en la Poesía Sor Juana Inés de la Cruz 2023. Agradecemos la invitación a Carmen Rojas Larrazábal, directora de la editorial El arco & la flecha.

Aprender a hablar de nuevo, luego de la interrupción que la violencia y el desasosiego político y represivo provocan, requiere de una fuerza particular. Tal potencia demanda de un temple manifiesto para la enunciación, que se imponga a un silencio hecho del acato a la frialdad de los acontecimientos. Porque, ¿qué y cómo se dice después del terror, cuando el leguaje que nos ha sido dado —capaz de discernir entre lo más sutil—, es forzado al mutismo? Nuestra América Latina tiene muchos ejemplos de tales contingencias, que provocan el retraimiento de pueblos enteros por largos periodos históricos. Entonces, ¿qué pasa con todo lo que puede, y más aún, debe decirse? Porque aquello no desaparece, sino que se mantiene en las particularidades del trato, de sus aparentes ventajas en los intercambios de la vida cotidiana para la adaptación y luego el olvido. Entonces, creo que una opción más allá de tales sigilos, y de su devolución en la ominosa cotidianidad de la conveniencia, se encuentra en la poesía.

Y avanzo rápidamente lo anterior porque es sabido que Raúl Zurita, nuestro homenajeado y premiado poeta, localiza su obra en este problema primero. En voz de Franco Cagnini, hay que colocar su trabajo en un desafío a la exigencia que lanzara Theodor Adorno cuando llamó a un silencio obligado de la poesía luego de los acontecimientos de Auschwitz. Sin embargo, si es cierto, como Heidegger sostiene, que la obra de arte no es la reproducción de los entes singulares existentes, sino la de la esencia general de las cosas, ¿qué se hace con aquel miedo que puede hacerse cómplice de todo el mal que lo ha provocado? Una respuesta está en la obra como una operación de resignificación de los acontecimientos. No es, como tal, un recurso para la memoria vista como documentación política, sino de una evolución «a pesar de». Iluminar todo aquello que, por mera apariencia hecha de la domesticación, no se imagina perentorio. Por ejemplo: el amor. Y es que creo que la obra de Zurita en tales contextos no implica un irrespeto a un momento en el cual desde el dolor absoluto Adorno habría expresado su dictado, sino su evolución luego de la conciencia del desastre. No la calma, sino una reflexiva oposición. Refutar el atropellamiento de todo y todos en el índice de una lógica operativa. Sin pena y sin miedo, como Zurita escribiera sobre el desierto de Atacama en 1993, y que rememoraba aquellos otros textos realizados en el cielo en 1975 desde avionetas y en plena dictadura pinochetista. Por eso es por lo que se debe mencionar el amor en su obra, ejercido en el coraje de su búsqueda mediante la escritura —con todo y dientes despostillados y hermetismo en los puños—, pues, atreviéndome al lugar común, ese es el concepto fundador de toda la poesía. Aquello que, como dijera Víctor Jara, es un camino que de repente aparece, a pesar de todo, de las bombas sobre los edificios y los hospitales, de las madres llamando a gritos a sus hijos debajo de los escombros, en medio de la noche y las cenizas. Zurita podría decir —dice—, esa es la demencial apuesta de la poesía. Ya en su “Canto a su amor desaparecido” reafirma: 

Canté, canté de amor, con la cara toda bañada canté de amor y los muchachos me sonrieron. Más fuerte canté, la pasión puse, el sueño, la lágrima. Canté la canción de los viejos galpones de concreto. Unos sobre otros decenas de nichos los llenaban. En cada uno hay un país, son como niños, están muertos. Todos yacen allí, países negros, áfrica y sudacas. Yo les canté así de amor la pena a los países. Miles de cruces llenaban hasta el fin el campo. Entera su enamorada canté así. Canté el amor.

 

César Cortés Vega. Escritor y artista visual. Algunos de sus libros publicados son “No tocar. Anotaciones sobre el riesgo posmexicano” (ensayo, EP); “Calibán no ha muerto. Para una relectura de Roberto Fernández Retamar” (ensayo, Colores primarios); “Poetas esclavos, máquinas soberanas” (ensayo, Centro de Cultura Digital); “Tanuki y las ranas” (novela, Librosampleados); “Abandona Silicia” (novela, Amphibia editorial); “Espejo-ojepse” (noveleta experimental, Puntodata); “Periferias y mentiras. Textos sobre arte, banalidad y cultura” (ensayo, Fomento a la Cultura Ecatepac); “Arx poética” (poesía, Editorial Literal); o “Reven” (XX Premio Interamericano de Poesía Navachiste 2012). Ha presentado obra visual en México, España (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona), Dinamarca (Bienal Metropolys Laboratory), Irlanda (National College of Art and Design/Gallery), Japón (Tsubakihara group, Nagoya Artport) y Ecuador (Centro de Arte Contemporáneo de Quito). Coordina la publicación Cinocéfalo; revista de crítica, arte y literatura. Desarrolló el proyecto curatorial “Dossier; encuentros colaborativos” apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Estudió la Maestría en Artes Visuales en el Posgrado en Artes y Diseño de la UNAM y el diplomado en creación literaria en la Sociedad General de Escritores de México.

Página web: https://cesarcortesvega.com/