Queda terminantemente prohibido asomarse al interior… ¡de este poemario! Cerradlo, por favor. Ni lo hojeéis siquiera. ¡Lanzad vuestro ejemplar tan lejos como podáis! Puesto que contiene algo capaz de arruinar, de una vez por todas, vuestra vida: verdad.
Por eso queda absoluta, necesaria, verdadera, tajantemente prohibido asomarse al interior de sus páginas. O tratar de levantar la falda a alguno de sus poemas para asomarse, entre verso y verso, como un niño recién mordido por la curiosidad, al ventisquero luminoso que convierte a las palabras en libélulas sin alas.
Porque la verdad, aunque nos digan los contrario, siempre duele. Y, aunque también se empeñen en contarnos otra cosa, no hemos venido aquí a sufrir, sino a disfrutar de las vistas mientras recorremos este territorio inhóspito llamado existencia.
Queda prohibido este libro porque sus versos cumplen con el único requisito necesario para que las autoridades sanitarias decidan su ocultación, un requisito que a su vez fue el epitafio bíblico de un poeta célebre: «¡Sé fiel!».
Y Óscar Puky Gutiérrez, especialmente en este Malas compañías, poemario que abre la colección Tierra de nadie de la editorial Bukowski, es fiel a una única consigna: sobrevivir. Mantenerse fiel a un modo de hacer poesía, a esa fórmula más o menos mágica, pero siempre honesta, que resulta de integrar en una misma pared de ladrillos siempre por levantar el ideal del poeta Arthur Rimbaud («cambiar la vida») con la columna vertebral del pensamiento de Carlos Marx («cambiar la historia, transformar la sociedad»), aunque sea provocando úlceras de entendimiento a los biempensantes, argamasa de una obra, la de Óscar Puky Gutiérrez al completo, que parece estar siepre en construcción y en permanente estado de búsqueda de sí misma.
Óscar Puky Gutiérrez y su poesía son gente honrada.
Suman una muchedumbre feliz que disfruta volviéndonos a todos del revés.
Óscar Puky Gutiérrez sigue, erre que erre, pulsando siempre las mismas teclas, fiel a lo más íntimo e independiente de reglas o normas vigentes.
Óscar Puky Gutiérrez combate la estulticia con incendios provocados en camas deshechas. Y, por la parte que les toca, casi todos los poemas de Malas compañías dejan claro, de un modo contundente y contumaz, por qué es peligroso asomarse al interior de este poemario si es que se hace con la intención de disfrutar del paisaje o para respirar un poco de aire puro. No, esta poesía no va de eso. Ni mucho menos.
Leer a Óscar Puky Gutiérrez es como saltar, sin paracaídas, de un avión.
Por eso queda terminantemente prohibido asomarse al interior de este poemario. Bajo peligro de derrumbe existencial. O del desprendimiento interior que se producirá a partir del momento en que empecemos a leer versos como Creo en el poema padre todopoderoso / y en el abecedario de silencios al que nos acerca. / Creo en la primavera y otros milagros…
En caso de hacerse, de asomarse a este poemario, si es que no queda otro remedio, por favor, que sea con un casco para el alma.
Llueve sobre las Marías que llevo en mí. / Acto bautismal. / Gotas de la necesaria higiene. / Dichosas lágrimas del buen amor.
Evitaremos, todos, males mayores y accidentes graves durante su lectura.
Ninguna primavera es en vano.
No digáis luego que no estabáis avisado.